La matanza de trabajadores de la Oficina salitrera San Gregorio, ubicada en el cantón de Aguas Blancas, al interior de Antofagasta, ocurrió los días 3 y 4 de Febrero de 1921, durante el primer gobierno del Presidente Arturo Alessandri Palma (1920-1925). Se dio en el contexto de la crisis del salitre y del cierre de oficinas salitreras, ante lo cual los obreros exigían el pago de desahucio.
El inicio de la Ia Guerra Mundial en 1914, trajo graves consecuencias a la economía chilena. Los barcos que exportaban el salitre eran de propiedad de los países en conflicto y las rutas marítimas se habían vuelto demasiado vulnerables, por lo que el transporte se hizo escaso. Alemania, el principal comprador de salitre chileno, estaba sometida a bloqueo marítimo y terrestre por los aliados. A pesar que entre 1916 y 1917 las exportaciones subieron bruscamente con el uso del salitre en la fabricación de explosivos para la guerra, lo que provocó un alza temporal de su precio, al finalizar ésta el consumo y el precio del salitre disminuyeron.
Por otra parte, durante la guerra, Alemania desarrolló el salitre sintético, y a menor costo, lo que significó la decadencia del nitrato natural. Chile se vio obligado a disminuir su producción y en pocos años se inició el cierre paulatino de las salitreras. De las 134 oficinas que entonces funcionaban 91 paralizaron sus actividades. Esto generó gran cesantía y una profunda crisis social.
En las oficinas salitreras que continuaban trabajando, los empresarios recurrían a los despidos y rebajas de salarios, sumándose a estas prácticas la negativa a pagar desahucio a los trabajadores despedidos. Luis Emilio Recabarren y otros dirigentes de la Federación Obrera de Chile (FOCH) recorrían la pampa organizando a los trabajadores, llamando a la resistencia y el no abandono de las Oficinas mientras no se pagara el desahucio.
EL COMIENZO
La firma Gibbs y Cía. avisó, a mediados de enero de 1921, al “gringo” Daniel Jones López (en realidad chileno) administrador de la Oficina San Gregorio del cantón de Aguas Blancas, que su paralización se cumpliría en los primeros días de febrero.
Mr. Jones dio el correspondiente aviso a los trabajadores, los que exigieron el pago del desahucio. Esto a juicio de los empresarios era improcedente, tanto legal como moralmente, pues habían dado con quince días de anticipación el aviso de despido.
El intendente de la provincia, Luciano Hiriart Corvalán, comunicó a fines de enero al presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, esta situación. Alessandri respondió “recomendando” emplear las “fuerzas morales del razonamiento y convicción” y que “si la resistencia obrera a abandonar oficinas salitreras continúa, procure ir personalmente” a explicar que los salitreros y el Fisco no tienen plata para continuar la producción de salitre. Era una simple “recomendación” y no una “orden precisa”, cosa que hace notar el historiador Ricardo Donoso, dejando así que “los militares hiciesen la subida a la pampa por su cuenta, sin control de una autoridad civil”. Para mantener el orden, a fines de enero el intendente Hiriart había mandado a establecerse en San Gregorio a un grupo de cinco carabineros mandados por el teniente Lisandro Gainza. Como la tensión continuaba, decidió reforzarlo con un pelotón de veinte soldados al mando del teniente Buenaventura Argandoña Iglesias, del Regimiento Esmeralda de Antofagasta que llegó a San Gregorio el 3 de febrero. A las 5 de la madrugada, el teniente acompañado de su tropa recorrió el campamento anunciando que a las 7 un tren los conduciría a Antofagasta. Esto encontró tenaz oposición de Luis Alberto Ramos Bustamante, miembro del subconsejo de la Foch en San Gregorio; el tren partió con pocos pasajeros.
A las 13:30 partió otro tren con las familias de algunos empleados. A las 15 horas comenzaron a llegar grupos de obreros “portando banderas rojas y cantando canciones socialistas” -como se lee en el copiador de sentencias criminales de la Corte de Apelaciones de Iquique- procedentes de distintas oficinas del cantón (como La Valparaíso, Eugenia, Marusia, Pepita, etc.), para prestar ayuda a sus compañeros. “Todos conocían el significado de tropas militares en las oficinas salitreras, cuando se discutían los pliegos de peticiones o había vientos de huelga”. Según declaración judicial del teniente Gainza, Argandoña había calculado 2.300 obreros. Estas columnas se reunieron en la plaza donde se realizó una concentración para escuchar a los dirigentes, que reclamaron la cancelación del desahucio y reafirmaron la decisión de no abandonar la Oficina mientras la casa Gibbs no se comprometiera a pagar.
Alrededor de las 17:00 una numerosa columna encabezada por los dirigentes de la huelga, seguidos por las mujeres, los niños y los trabajadores, se dirigió a la Administración. Los dirigentes pidieron hablar con Jones para entregarle un petitorio. El Administrador se hizo acompañar por los Tenientes Argandoña y Gaínza. Como los manifestantes seguían avanzando, Argandoña les ordenó no atravesar la línea férrea que cruzaba el lugar, lo que no fue acatado. Los manifestantes formaron un semicírculo para entrevistarse con Jones. Reclamaron la cancelación del desahucio. Jones dijo que aceptaba pagarlo pero no en la Oficina sino en Antofagasta. La reacción de los obreros fue rechazar esta oferta. No confiaban en la Casa Gibbs. En ese instante comenzaron los disturbios.
De acuerdo a la declaración que hiciera posteriormente el Sargento. 2° Juan Reyes, el Teniente. Argandoña dio la orden de disparar contra los manifestantes, los que se desbandaron hacia el campamento. Los más decididos enfrentaron a la tropa con algunas armas de fuego. Argandoña fue levemente herido en la mano izquierda y se refugió en la oficina de contabilidad, disparando desde una de las ventanas. Los ánimos de los obreros se enardecieron al ver caídos a muchos de sus compañeros y, tras derribar la puerta de la oficina de contabilidad, se abalanzaron sobre Argandoña y lo sacaron a la fuerza, ultimándolo frente a la pulpería.
El Teniente de Carabineros Lisandro Gaínza, tomó su caballo y huyó desesperado por la pampa. El Administrador Jones, que había arrancado hacia el campamento, fue reducido por los obreros recibiendo numerosos golpes y heridas de arma blanca, algunas muy graves, que le afectaron un pulmón y le provocaron una intensa hemorragia.
Los militares y carabineros, al mando del Sgto. Juan Reyes, se atrincheraron tras las paredes del cuartel y aprovechando la noche se retiraron a caballo a una población vecina. Después de horas de infructuosa persecución los obreros decidieron volver al campamento, por lo que los fugitivos pudieron llegar sin problemas a las 9 de la mañana del 4 de Febrero a Laguna Seca, donde supieron que un Mayor, de apellido Rodríguez, se dirigía con refuerzos a San Gregorio.
En tanto, en San Gregorio los obreros dirigidos por Luis Alberto Ramos se encargaron de restablecer el orden, se hicieron cargo de la farmacia y de la pulpería, con el objeto de distribuir medicinas y alimentos. En ausencia de Rodolfo Barrow, médico de la Oficina, el practicante Pedro Rivas se dedicó a curar a los heridos. A las cuatro de la mañana llegó el doctor Barrow, quien verificó que el pulso de Jones era cada vez más lento. Antes de las 9 de la mañana los trabajadores de las otras Oficinas regresaron a sus hogares, por lo que cuando llegaron los primeros refuerzos de tropas al mando del Mayor Rodríguez sólo encontraron a los pobladores de la Oficina San Gregorio.
Con la orden de vengar al teniente Argandoña, la tropa penetró a la sala donde estaban los heridos y a culatazos destrozaron las cabezas de los que ahí eran atendidos. Luego entraron en el campamento dedicándose a capturar obreros. Los asesinatos cometidos en ese día fueron casi el doble de los que hubo en el día anterior durante la refriega.
LA POST TRAGEDIA
El resultado de la tragedia fue de 65 obreros muertos y más de 39 heridos, existen diferentes números al buscar información sobre el suceso, pero estos son los que más coinciden. Entre los militares murieron el Tte. Argandoña, el Cabo Faúndez y el Soldado Juan Vera. También falleció Daniel Jones López el Administrador de la Oficina, mientras era trasladado a Antofagasta. Luis Alberto Ramos, dirigente sindical de San Gregorio, fue condenado a muerte y amnistiado en 1925. (Iconoteca Universidad de Antofagasta).
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